Apatzingán , Mich., a 27 de septiembre de 2025.- Mientras la administración municipal de Apatzingán presume reducciones estadísticas, en las calles siguen los homicidios, las detenciones por armas y la sombra del cobro de piso sobre comercios y productores agrícolas. Vecinos, trabajadores y empresarios denuncian que la violencia y la presencia de grupos armados erosionan la vida cotidiana.
Apatzingán, municipio emblemático del corredor limonero en Michoacán, vive una doble realidad: comunicados oficiales que registran disminuciones en homicidios y, al mismo tiempo, incidentes que muestran la persistencia de redes armadas y la extorsión como modelo de control territorial.
Aunque es una constante que las autoridades celebren cifras alegres, en semanas recientes las corporaciones federales y estatales han llevado a cabo aseguramientos y detenciones por posesión de armas y droga en los alrededores del municipio, lo que aunado a los múltiples homicidios y balaceras que constantemente tienen lugar en la región, evidencia la continuidad de grupos armados operando en la zona.
Además de los decomisos y detenciones, el cobro de “derecho de piso” y las amenazas a comerciantes y productores agrícolas han causado estragos económicos: el tianguis regional limonero —clave para productores locales— cerró temporalmente por amenazas y extorsiones Esto contrasta con los balanceos numéricos oficiales y muestra el impacto directo sobre actividades productivas y el empleo local.
Ante estos hechos, la ciudadanía expresa desconfianza: vecinos difunden en redes sociales videos y testimonios sobre detenciones, operativos que no alcanzan a frenar las redes locales de intimidación, y la percepción de que la seguridad pública alterna entre “momentos” de intervención y largos períodos de impunidad. Mientras tanto, la retórica oficial insiste en mejoras estadísticas sin explicar medidas sostenibles de prevención social, persecución de extorsionadores organizados y protección a productores.
Las cifras a favor del gobierno sirven para el boletín, pero en los mercados y calles de Apatzingán el saldo es otro: homicidios, extorsiones, productores que pierden jornales, negocios que cierran por miedo y una comunidad que exige garantías reales más allá del comunicado.








