Ciudad de México, a 19 de noviembre de 2025.— La capital del país se prepara para un jueves inusual: mientras el gobierno desplegará su tradicional desfile por el aniversario de la Revolución Mexicana, la Generación Z ha convocado una nueva marcha que promete sacudir nuevamente el corazón político del país.
A las 11 de la mañana, miles de jóvenes planean avanzar desde el Ángel de la Independencia rumbo al Zócalo, en un trayecto que ya demostró su capacidad de tensión el 15 de noviembre, cuando terminó con más de cien policías heridos y una veintena de detenidos.
La ciudad se alista para un choque de agendas: el festejo oficial y el reclamo juvenil por el rumbo del país.
Dos eventos, un mismo espacio: el riesgo está en la ruta
El gobierno federal y la Ciudad de México reorganizaron rutas, cierres y operativos. Pero aun así, hay zonas donde desfile y protesta podrían cruzarse.
Reforma, Juárez, Eje Central y varias calles del Centro Histórico estarán parcialmente bloqueadas desde temprano, lo que no solo complicará la movilidad, sino que podría convertirse en un caldo de cultivo para roces entre asistentes, policías y grupos radicales.
La advertencia oficial es clara: el operativo será “preventivo”, pero amplio.
Un movimiento que incomoda al poder
Aunque el movimiento comenzó a tomar forma antes, el asesinato del alcalde de Uruapan Carlos Manzo aceleró la organización interna y la rabia externa. A partir de ahí, los reclamos juveniles dejaron de ser aislados y se transformaron en un discurso unificado: seguridad, justicia, transparencia y fin de la corrupción.
La lista de exigencias no es corta, pero sí directa: menos impunidad, más Estado; menos discursos, más resultados.
Y la consigna de su nueva marcha no deja espacio a dudas: “Si no escuchan, subimos el tono.”
El gobierno responde con desconfianza
Desde Palacio Nacional, la narrativa se mantuvo constante: minimización, sospechas y advertencias.
La presidenta Claudia Sheinbaum y voces de Morena han insistido en que la participación juvenil ha sido “inflada”, que hay grupos opositores financian parte del movimiento, y que los actos violentos del 15 de noviembre fueron obra de “infiltrados profesionales”.
Además, el discurso oficial apunta a una supuesta “campaña internacional” que estaría amplificando artificialmente la conversación digital.
El mensaje implícito: esto no es espontáneo; alguien está detrás, pero los jóvenes responden igual de contundente: “somos nosotros y somos muchos”.
Qué está en juego este 20 de noviembre
1. El tamaño del movimiento
Una asistencia masiva colocaría a la Generación Z como un nuevo actor político en un país donde la participación juvenil suele ser ignorada.
2. La gestión del orden público
Un cruce con el desfile militar, fallas en el operativo o una chispa de confrontación podrían detonar una escalada no vista desde hace años.
3. El discurso del gobierno
Si la marcha crece, Sheinbaum podría verse obligada a ajustar su narrativa: de descalificación a diálogo, o de contención a despliegue más duro.
4. El impacto fuera de la capital
Ya hay llamados en otras ciudades. Si el 20 de noviembre resulta masivo, el fenómeno podría nacionalizarse y presionar a gobernadores y alcaldes.
Un jueves de alto voltaje político
La protesta de la Generación Z llega no solo con rabia, sino con un fenómeno nuevo: una organización fluida, descentralizada y profundamente digital. El 20 de noviembre tendrá desfile, sí, pero también tendrá reclamos, consignas y un ánimo social que ya no cabe en etiquetas.
Este jueves, las calles no solo recordarán una revolución pasada: podrían estar presenciando el nacimiento de una tensión política que marcará el resto del sexenio.








