Morelia, Michoacán., 26 de febrero del 2021.- Si algo caracteriza al matador michoacano Alejandro Ayala “El Jani” es su enorme afición y su hambre de ser como torero, por eso se entrena como lo hace, se exige como chamaco, se disciplina como soldado y se entrega sin dudas a su mal de montera.
Ya quisieran muchos de esos figurines de cantina y de café pertenecientes a la cofradía de yo te elogio para que tú me elogies ser tan responsables, entregados y respetables como El Jani, un torero toda afición, honestidad taurina y humildad humana.
Ayer lo vi entrenar a la par de Vladimir Díaz, ese chaval que no desmaya ni aún desmayado. Se preparan en el Bosque Cuauhtémoc, cabe la sombra de ese enorme hule de ranas poderosas y follaje extenso tan visitado ya noche por las parejitas de enamorados que huyen a las miradas indiscretas.
Repitieron agotadoramente los pases de capote y de muleta, las tandas, las rutinas del ABC del toreo, porque saben que siempre hay que volverá a ella, porque nunca hay algo suficientemente aprendido y dominado como para no volver a ejercitarse en ellas.
Y sí, allí, en el Bosque Cuauhtémoc, después de las cinco de la tarde el Jani entrena con Vladimir Díaz que le hace el toro y viceversa, todo bajo la atenta y experta mirada de Octavio Castro el Pantanero, ese formador de toreros que sigue abriendo brecha y haciendo camino al andar. Así sea.