Guadalara, Jalisco, 11 de septiembre del 2025.- Para muchas personas, las vacaciones son sinónimo de descanso, pero también puede llegar a ser un encuentro con tus emociones que no son tan fáciles de manejar. Al cambiar la rutina y tener más tiempo libre es común que aparezca el aburrimiento, lo que lleva a generar ansiedad, tristeza o estrés. Cuando sientes estas emociones es muy probable que busques en la comida un consuelo rápido.
Este comportamiento es conocido como alimentación emocional y consiste en comer cuando buscas sentirte mejor y no por tener hambre real. Existen algunos estudios realizados por psicólogos que muestran que cuando experimentas tristeza, enojo o agobio, eliges alimentos que te resultan placenteros, lo que ocasiona una activación en tu cerebro de sustancias como la dopamina, que te genera una sensación de alivio inmediato. Es por ello por lo que después de una discusión o un día con mucho estrés, comer un helado o unas galletas parecen la solución perfecta.
Pero ese alivio es momentáneo. Después de unos minutos, es común que sientas culpa o malestar por haber comido sin tener hambre, o sin control. Así comienza un ciclo difícil: una emoción incómoda te lleva a comer, luego aparece la culpa, y esa culpa vuelve a generar emociones negativas… que otra vez buscan refugio en la comida.
Durante las vacaciones, este ciclo puede llegar a intensificarse. Es muy común que al perder la rutina y el control en tus horarios puedas comenzar a dejar de distinguir el hambre real, del hambre emocional. Además, si en casa hay alta disponibilidad de alimentos de baja calidad nutricional como postres o botanas, es mucho más fácil comenzar a caer en impulsos a toda hora.
Hay quienes tienen mayor riesgo de caer en alimentación emocional. Toma en cuenta que esto comúnmente ocurre en personas que les es difícil identificar o expresar sus sentimientos, o cuando prefieren evitar enfrentar las situaciones incómodas o problemáticas. Si a estas conductas le sumas los cambios de la rutina durante las vacaciones, puede llegar a ocasionarse un desequilibrio emocional.
Pero ¿cómo identificar si estás comiendo por hambre real o por hambre emocional? Recuerda que el hambre física aparece gradualmente y puede llegar a calmarse cuando consumes cualquier alimento, mientras que el sentimiento de hambre emocional surge de repente y te pide querer comer algo en específico, como alimentos o bebidas salados, o con alto contenido de azúcar. Es importante recordar que comer por placer no es malo, sin embargo, es importante identificar si necesitas algún recurso para manejar tus sentimientos y evitar utilizar como único recurso la comida. Algunas acciones para romper este patrón se enfocan en empezar a planear qué alimentos vas a tener disponibles en casa e invertir tu tiempo durante las vacaciones para hacer cosas que te gusten como caminar, leer, escuchar música u otra que disfrutes mucho. Lo más importante es que comiences a poner toda tu atención y calma en tus alimentos, dedícale tiempo a identificar su sabor, olor y textura, sin prisas ni distractores.
Además, te recomiendo llevar un registro escrito de tus sentimientos antes y después de cada comida, con el objetivo de identificar si existen emociones que aparecen con mayor frecuencia y si éstas afectan tus decisiones alimentarias. Así podrás tomar decisiones más conscientes.
En vacaciones pueden ser una oportunidad para reconectar contigo. Escucha a tu cuerpo y date permiso de disfrutar la comida con atención, sin que sea tu única salida. A veces, lo que realmente necesitas no está en tu alacena, sino en una pausa, un respiro o un momento para ti.