México, D.F., a 05 de diciembre de 2015.- Muchos de los efectos del cambio climático sobre la vida marina aún son desconocidos. Se sabe que algunas especies están migrando hacia latitudes más templadas por el aumento en la temperatura del agua y que su acidificación –por acumulación de dióxido de carbono– afecta la calcificación de los corales y de mariscos con concha.
Esas son las consecuencias directas –y las más conocidas–, pero el calentamiento global está provocando cascadas de acontecimientos que los investigadores aún desconocen. Ricardo Sahade, investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina, pudo estudiar una de ellas en los organismos que viven en el fondo del mar (comunidad bentónica) en la Península Antártica. El trabajo fue publicado en noviembre en Science Advances.
Sahade forma parte de un grupo de biólogos marinos que trabajan en la base antártica argentina Carlini. Buceando a 30 metros de profundidad, donde el agua está a casi dos grados Celsius bajo cero, pudo observar de cerca la vida marina. “Las comunidades bentónicas antárticas presentan características únicas y pueden ser tan diversas como las comunidades tropicales”, asegura.
Mas dichas comunidades están sufriendo cambios. El continente blanco es una de las tres áreas del planeta en donde la temperatura ha aumentado más y de forma más rápida. “Es el mayor factor que explica el retroceso de los glaciares, el colapso de las grandes barreras de hielo, como la de Larsen y la disminución de la extensión y duración del hielo marino”, dice Sahade.
El derretimiento de estos hielos arrastra más sedimentos al fondo del mar y eso afecta a la comunidad bentónica, organismos que viven en el fondo del mar, como corales, esponjas, anemonas, ascidias, mejillones, almejas, estrellas de mar y erizos.
Muchos de estos animales obtienen su alimento filtrando el agua, de donde extraen materia orgánica. No obstante, los sedimentos que desplazan los glaciares son inorgánicos, “esto significa que tienen que filtrar mucho más para conseguir su alimento, hasta que puede llegarse al punto en que ese esfuerzo o energía invertida en filtrar es mayor que la aportada por el alimento obtenido, llevando a los organismos a la muerte”, explica Sahade.
Craig Smith, experto en ecología marina de la Universidad de Hawái, predijo este efecto en un artículo publicado en 2013. “No es una sorpresa, pero el trabajo de Sahade es el primero que documenta este proceso”, sostiene.
Según Smith, las comunidades bentónicas de Antártica son mucho más diversas que las del Ártico. “Esto probablemente se debe a que aún no están sufriendo perturbaciones intensas por la sedimentación de los glaciares”, comenta.
El grupo de Sahade estudió el proceso desde varias perspectivas. Por ejemplo, analizó las respuestas fisiológicas de los organismos que mostraron mayores cambios y de aquellos que no sufrieron ninguno o se vieron favorecidos por la sedimentación.
También pudieron analizar las tasas de sedimentación que experimentó el sistema desde el año 1900 hasta la fecha y encontraron que el mayor nivel alcanzado coincidía con los períodos de mayores cambios en la comunidad bentónica.
Además, desarrollaron modelos matemáticos para simular condiciones de mayor sedimentación y los efectos que podría tener. “Todos esos aspectos analizados coincidían en marcar al incremento en la sedimentación como la principal causa de los cambios observados”, sostiene Sahade.
Richard Aronson, ecólogo marino del Instituto de Tecnología de Florida, trabaja en otro caso de efecto indirecto del cambio climático sobre la naturaleza que también ocurre en Antártica.
Él estudia al cangrejo rey, el cual vive en el talud continental, la frontera que separa a la plataforma continental (la prolongación del continente debajo del mar) de la llanura abisal, en el mar abierto.
“El cambio climático está haciendo que las aguas menos profundas sobre la plataforma continental sean lo suficientemente cálidas para el cangrejo rey. Si se expanden hacia este sector, podría tener un impacto devastador sobre las especies endémicas de invertebrados bentónicos que viven allí”, detalla.
Efectos en el ecosistema
Aronson entiende que la comunidad bentónica puede estar volviéndose más sensible por el impacto de la sedimentación. “Si hay otra perturbación diferente, la comunidad, la cual ya ha sido alterada por este proceso, podría derrumbarse por completo. Qué especies formarán la comunidad de reemplazo dependerá de lo bien que toleran el estrés ambiental de la zona”, sostiene.
Para Sahade las complicaciones pueden extenderse a otros animales marinos. “Los organismos filtradores cumplen un papel fundamental en la estructura trófica de ecosistemas marinos costeros ya que actúan como conexión entre los sistemas bentónicos y pelágicos (organismos que viven en la columna de agua) y de estas cadenas tróficas dependen pingüinos, focas y ballenas”, explica Sahade.
Smith detalla que los fiordos a lo largo de la Península Antártica son puntos de acceso para el kril, bancos de crustáceos planctónicos semejantes al camarón, que constituyen el alimento principal de muchos animales de la zona, incluídas las ballenas. “La perturbación de este hábitat por el calentamiento global puede tener consecuencias regionales negativas sustanciales para el kril y, por lo tanto, para las ballenas”, asegura.
“La preocupación científica y del público sobre el cambio climático se centra en los impactos ecológicos del aumento de la temperatura, la acidificación del océano y el aumento del nivel del mar. El estudio de Sahade enfatiza que también deberíamos estar preocupados por los impactos indirectos del cambio climático”, reflexiona Aronson.








