Apatzingán, Mich., a 24 de octubre de 2025.— La guerra en la Tierra Caliente tiene nombre y rostro: César Sepúlveda Arellano, alias “El Botox”, el temido líder del crimen organizado quien ha convertido la región limonera de Michoacán en su reino de terror. A pesar de los golpes que ha recibido su clan —con dos hijos, un hermano, pareja y hasta un yerno tras las rejas—, el capo más buscado del estado sigue moviendo los hilos del crimen, del dinero y de la sangre.
El imperio del miedo: cobrar por cosechar
Durante años, productores de limón y aguacate han vivido bajo su sombra. Noventa Grados ha documentado cómo es que “El Botox” de la mano de su grupo Los Blancos de Troya, impuso un sistema de extorsión digno de una empresa criminal: cobros por kilo cosechado, cuotas semanales y pagos forzosospara poder mover el producto por las carreteras de Tierra Caliente.
Los campesinos lo saben bien: quien no paga, desaparece. Quien se queja, termina muerto.
Así lo denunció el propio líder limonero Bernardo Bravo, asesinado a inicios de esta semana tras advertir públicamente sobre las cuotas impuestas por el crimen organizado. Aunque las autoridades aún investigan, todas las miradas apuntan al mismo nombre: “El Botox”.
Cerco federal: caen los hijos, el hermano y la pareja
La ofensiva del gobierno no ha sido menor. En los últimos meses, fuerzas federales han capturado a dos de sus hijos, a un yerno y a su hermano Cirilo, todos acusados de formar parte del entramado criminal que financia al capo.
En junio, un operativo de la Guardia Nacional desató bloqueos y vehículos incendiados en Apatzingán y Buenavista, cuando los uniformados lograron detener a Cirilo Sepúlveda, uno de los operadores más cercanos al líder.
Tan solo el pasado miércoles, fue arrestada Esmeralda “N”, presunta pareja sentimental de “El Botox”, sorprendida con más de 100 mil pesos en efectivo y un envoltorio de metanfetamina en la comunidad de Cenobio Moreno. El dinero, según las autoridades, provenía de las extorsiones al campo limonero.
Y, sin embargo, el jefe sigue libre.
Un clan familiar convertido en cártel
Como ha documentado Noventa Grados, Los Blancos de Troya no son una banda improvisada, sino una red familiar organizada como corporación criminal: los hermanos manejan la seguridad, los hijos controlan la cobranza, los yernos blanquean dinero y la pareja administraba los fondos en efectivo.
El grupo se ha mantenido al margen de los cárteles tradicionales, pero con alianzas estratégicas: primero se hizo de poder con Los Viagras y ahora ambos van de la mano con sus antes enemigos, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
El gobierno de Michoacán mantiene vigente una recompensa de 100 mil pesos por información que conduzca a la captura de César Sepúlveda Arellano.
Mientras tanto, su nombre causa pánico entre productores, transportistas y autoridades municipales, quienes evitan mencionarlo incluso en voz baja.
En comunidades como Apatzingán, Parácuaro y Buenavista, el miedo tiene dueño, y todos saben quién es: el hombre de rostro duro y sonrisa fría que controla a sangre y fuego el negocio del limón.
El capo del oro verde
“El Botox” no solo trafica drogas, trafica miedo. Su poder ya no se mide en fusiles, sino en toneladas de limón. Cada kilo que sale de Michoacán deja una huella: un pago ilegal, una amenaza, un silencio comprado.
Y aunque el cerco se cierra —con sus familiares procesados y su pareja tras las rejas—, el hombre más buscado de Michoacán sigue riéndose desde las sombras, demostrando que en la Tierra Caliente el crimen no solo florece entre montañas... también entre los árboles de limón.








