Apatzingán, Mich., a 10 de diciembre de 2025.— El asesinato del coordinador distrital del Partido del Trabajo (PT) en Apatzingán, Agustín Solorio Martínez, ha desatado un oleaje de indignación, no solo por la brutalidad del crimen sino por el silencio absoluto de quien debería ser la primera voz del municipio: la alcaldesa Fanny Arreola Pichardo.
Lo que más duele dentro del PT —y comienza a retumbar en Morena y el PVEM— es que estos tres partidos fueron los que impulsaron y respaldaron la candidatura de Arreola, integrándola en la coalición que la llevó al poder. Hoy, tras la desaparición y luego el hallazgo sin vida de uno de sus cuadros políticos, la alcaldesa no ha emitido ni un mensaje, ni una condolencia, ni una condena, ni siquiera una postura institucional mínima.
El hallazgo
A la 1:40 de la madrugada, una llamada al 911 reportó un vehículo abandonado en un tramo rural de la carretera Cerro Prieto – El Paraíso. Elementos de Protección Civil de Romita hallaron un BMW negro sin placas, con un hombre inconsciente en el asiento del conductor. Al revisar signos vitales, confirmaron que ya había fallecido.
Minutos después, autoridades estatales verificaron su identidad: era Agustín Solorio, de 47 años, reportado como desaparecido desde el 5 de diciembre en Morelia. Versiones extraoficiales señalan que presentaba huellas de violencia. La Fiscalía de Guanajuato quedó a cargo de las investigaciones.
El PT levanta la voz; la alcaldesa no
El Partido del Trabajo condenó el crimen y exigió que se esclarezca de inmediato. La desaparición de Solorio generó pronunciamientos, llamados a la ciudadanía y presión política.
Lo que nunca llegó fue la voz de la alcaldesa. Ni durante seis días de búsqueda. Ni tras la confirmación del homicidio. Ni hacia la familia. Ni hacia la militancia. Ni hacia los partidos que la llevaron a la presidencia municipal. Nada.
Su silencio se ha convertido ya en un mensaje: uno incómodo, uno que huele a indiferencia o a cálculo político.
La paradoja: calla ante el asesinato de un aliado
La omisión es aún más cruda debido al vínculo político: El PT respaldó e impulsó la candidatura de Fanny Arreola; Morena avaló su nominación bajo el proyecto de la 4T; El PVEM cerró filas con ella en campaña.
Y pese a ese apoyo conjunto, la alcaldesa no ha sido capaz de emitir una sola frase por el homicidio de un dirigente de la misma coalición que la llevó al poder.
Para la militancia del PT, el silencio no solo es ofensivo: es una traición política y moral.
La pregunta que crece en Apatzingán
En una región castigada por la violencia y la desconfianza, el mutismo de la alcaldesa no pasa desapercibido. Al contrario: amplifica la sospecha, la indignación y el cuestionamiento sobre el papel de la autoridad local. ¿De qué lado está la presidenta municipal cuando un líder político de su propia alianza aparece asesinado en otro estado? Mientras en Guanajuato avanza la investigación, en Apatzingán crece la molestia.
Y la alcaldesa sigue sin pronunciar palabra ante el asesinato de un dirigente de un partido que, en su momento, fue uno de los pilares que impulsaron su llegada al poder.








