Morelia, Mich., a 1 de noviembre de 2025.- La violencia política ha vuelto a sacudir a Michoacán. Con el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, ya son siete los presidentes municipales ejecutados durante el gobierno de Alfredo Ramírez Bedolla, una cifra que pinta un panorama aterrador sobre la fragilidad del poder local en el estado.
El hecho más reciente ocurrió durante la celebración del Día de Muertos, cuando Manzo fue atacado a tiros frente a decenas de familias que se encontraban reunidas en la plaza pública. Las detonaciones provocaron el pánico y el caos, mientras el cuerpo del edil caía ante la mirada atónita de sus propios habitantes. Según las autoridades, uno de los agresores fue abatido y dos más detenidos, pero la tragedia ya estaba consumada.
Desde 2022, la lista de alcaldes asesinados ha crecido sin tregua. La cadena comenzó con Enrique Velázquez Orozco, edil priista de Contepec, hallado muerto tras dos días de desaparición. Apenas un mes después, César Arturo Valencia Caballero, alcalde de Aguililla por el Partido Verde, fue emboscado mientras viajaba en su camioneta. A ellos se sumó Guillermo Torres Rojas, alcalde de Churumuco, ejecutado a balazos en una taquería de Morelia, la capital del estado.
En 2024, la violencia alcanzó a Yolanda Sánchez Figueroa, presidenta municipal de Cotija y militante del PAN, quien fue asesinada meses después de haber sido secuestrada en Jalisco. Otra mujer alcaldesa, la presidenta de Tepalcatepec, Martha Laura Mendoza Mendoza, perdió la vida en un ataque directo frente a su domicilio en Mayo de 2025.
En 2025, la tragedia se repitió con el asesinato del alcalde de Tacámbaro, Salvador Bastida García, quien murió dentro de su propia camioneta mientras uno de sus escoltas también era abatido.
Con el homicidio de Carlos Manzo, la cifra asciende a siete alcaldes caídos bajo las balas, todos en distintos puntos del estado, todos víctimas de una violencia que parece ser ensañarse con quienes se atreven a gobernar. Michoacán, una tierra marcada por las tradiciones, se ha convertido también en un territorio donde el poder municipal es un blanco constante.
A pesar de la gravedad del panorama, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla declaró recientemente que ningún edil ha solicitado seguridad adicional. Las investigaciones, por su parte, avanzan lentamente, sin resultados contundentes ni responsables claros.
El clima político en Michoacán se encuentra bajo fuego. Siete alcaldes muertos, un edil desaparecido (Gilberto Mejía Salgado, secuestrado tras ganar la alcaldía de Penjamillo por el partido Partido Encuentro Solidario) y decenas de funcionarios amenazados, son el saldo de una administración en la que la muerte parece haber tomado asiento en los cabildos. Gobernar aquí ya no es un acto de servicio: es un acto de valentía, o de fe.








