Creíamos que eran los acabos del mundo cuando nació el Parícutin: Francisco Lázaro

Creíamos que eran los acabos del mundo cuando nació el Parícutin: Francisco Lázaro
Creíamos que eran los acabos del mundo cuando nació el Parícutin: Francisco Lázaro
Creíamos que eran los acabos del mundo cuando nació el Parícutin: Francisco Lázaro
Autor: Óscar Tapia Campos / Noventa Grados | Fecha: 24 de Febrero de 2021 a las 18:07:00

Morelia, Mich; a 24 de febrero del 2021.- Hace 78 años que dio comienzo la erupción del Paricutín, el volcán más joven del mundo, ese que duró casi una década en actividad, el mismo que sepultó dos pueblos (Paricutín y San Juan Parangaricutiro), el que Gerardo Murillo, el Dr. Atl, vulcanólogo, escritor y pintor, observó día a día para hacer un registro escrito y plástico de su desarrollo.

Por eso hoy te comparto lo que al respecto me dijo don Francisco Lázaro, un lugareño que atestiguó el fenómeno, a quien vi venir despacio, subir la empinada cuesta a paso cansino, con dos ramas secas sobre su hombro para el fogón y 100 años de vida sobre sus callosos pies. Raído, todo raído, con una venda sobre su ojo izquierdo y en su cabeza un sombrero de palma y muchísimos pensamientos.

Qué imagen la suya, venía como salido de un cuento, una leyenda o un mito. Cuántas anécdotas, recuerdos, sueños y anhelos en ese hombre que todavía baja y sube la cuesta de Angahuan al Paricutín y viceversa.

Pequeño, delgado y encorvado por el peso de los leños y de los años, don Francisco Lázaro Bravo, con su siglo a cuestas, llegó hasta mí, me saludó atento, bajó sus palos y me empezó a platicar lo que vivió por aquellos años en que a Dionisio Pulido le brotó el volcán en su parcela.

Antes de eso, precisó don Francisco Lázaro, hubo un terremoto en Angahuan, “fue en 1942, tumbó una capillita a la que había venido el señor obispo. Un terremoto fuerte, como el del 85, así de fuerte. Después, en el 43, los temblores, nomás temblores pero no terremoto, como tres o cuatro diarios durante 40 días y luego apareció la grieta, el aire, la ceniza”.

Don Francisco no se tomaba respiro, hablaba y hablaba, como que ese día quería sacar todos sus recuerdos, sus remembranzas, contarlas a quien pasara, y como pasé yo, fui el afortunado. “Primero fue un cometa, blanco arriba y negro abajo, de dos colores, un cometa allá por Parícutin, por San Juan”.

En un inicio la nube de ceniza que se veía desde Angahuan fue tomado como un signo promisorio por parte del papá de don Francisco y por mucha gente del lugar. Así lo vieron. Y creyeron que era una señal divina, que algo bueno podría aparecer, aunque había temor, porque no dejaba de temblar.

Don Francisco siguió su relato: “Había miedo, mucho miedo. La gente lloraba, lloraba mucho, no entendía. Yo no lloraba, pero sí tenía miedo, veía llorar a todos. Primero fue el cometa, ceniza y aire, después lumbre, mucha lumbre, se veía desde Angahuan, papá y yo bajábamos todos los días a Parícutin”.

El buen hombre siguió su relato, habló de que todo aquello se convirtió en un caos, “creíamos que eran los acabos del mundo, que algún castigo de Dios nos había llegado por lo que andábamos haciendo mal por acá, no sabía que era un volcán”.

Sus palabras caían como despeñadero, pero inmediatamente se aromatizaban a resina de la arboleda, a sierra. Don Francisco, a sus 100 años, no se dobla, no se vence, no se quiebra. Su mente es lúcida, sus recuerdos puntuales, sus anécdotas interesantes, ilustrativas.

“Si te digo, niño, que pensábamos que eran los acabos del mundo, por eso de las tronaderas, del humo que crecía y crecía, por el relumbrón que nos encandilaba cuando el sol y la noche empezaban a hacer fuerza. Ya luego vinieron de Morelia los gobiernos y nos dijeron que era el Volcán de Parícutin, que había que retirarnos, irnos, yo no me fui, nada más me acerqué acá a Angahuan y desde allí lo vi crecer, hacerse grandote, grandotote”.

Don Francisco Tenía 24 años cuando el volcán se le apareció a Dionisio Pulido aquel 20 de febrero de 1943, hace 78 años. Hoy que es un hombre con un siglo a cuestas, sube y baja diariamente las pendientes de Angahuan al Paricutín (Parícutin, para él) y refresca su memoria con el paso de los días para no olvidar todo aquello que vivió hace ya tanto tiempo, 78 años, para ser exactos, 9 de los cuales estuvo en erupción. Así sea.

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