Apatzingán, Mich., a 24 de mayo del 2020.- El fenómeno extorsivo que se vive en Apatzingán y que se ve reflejado en un aumento desproporcionado de la canasta básica, aunado a la crisis económica por el coronavirus, son los preámbulos de una situación de hambruna para los más pobres de la región, que muchos pobladores avizoran desde ya.
Los habitantes de Apatzingán se han acostumbrado ya a convivir con las extorsiones y al doble pago de impuestos: uno del Gobierno y el otro del crimen organizado.
Los delincuentes también controlan la producción agrícola y la economía alrededor de los diversos frutos que en esa región se producen, como el aguacate, el limón y el melón.
La venta de cerveza y refrescos, entre otros productos de abarrote, es también negocio de la delincuencia.
Las extorsiones, que aumentan el costo operativo de los negocios, se ven reflejadas en un aumento de los precios de productos tan esenciales como el de la tortilla.
En medio de la crisis económica y sanitaria por el coronavirus, los campesinos y trabajadores más vulnerables, que se ganan la vida “al día”, dejaron de trabajar y de aportar recursos a sus viviendas.
En el caso de los jornaleros de la región, ellos ya padecían por los constantes bloqueos carreteros por grupos criminales, y el control de los horarios del trabajo agrícola, regidos por el crimen organizado.
El encarecimiento de los alimentos por las extorsiones y una menor capacidad económica por el golpe del coronavirus a la economía, hacen que muchos en Apatzingán vaticinen una hambruna en ese municipio y en la región, que es controlada por el crimen con la tolerancia de políticos y autoridades de los tres niveles de gobierno.