Debate, ¿cuál debate? En México no se ha dado ninguno, ni se dará

Morelia, Mich., a 20 de abril del 2018.- Debate, ¿cuál debate? Yo no he visto debate político alguno en este país. Cierto, previo a las elecciones pos Miguel de la Madrid Hurtado nos han anunciado con bombo y platillo que los candidatos van a debatir, pero nunca lo han hecho, siempre se queda uno con las ganas de verlos y oírlos entrar en una controversia de altura, en una exposición de ideas trascendentes.

No, nunca he visto, ni he escuchado que debatan los candidatos. A lo más que han llegado es a ser malos protagonistas de un agarrón entre chimoleras, en el que no pasan de lo prosaico y vulgar los participantes, en el que lo que dejan ver es su falta de ideas para gobernar. Lo que he visto y escuchado son pleitos alharaquientos de molineras y verduleras de lo peor, de esas que se lanzan ajos, cebollas, chiles y jitomates por quítame estas pulgas.

Debate, ¿cuál debate? Simples desgarramientos de vestiduras y de pantimedias, porque ni siquiera se comportan como hombres dignos (ellos), ni como damas honorables (ellas). Y lo que debería de ser un encuentro para la exposición de ideas importantes, los conceptos valiosos y las propuestas que merezcan atención, no pasan de ser diatribas, difamaciones, escupitajos y gargajos a las jetas de unos contra otros y viceversa.

Y hoy, eso de debate, está más devaluado que siempre, porque no se ve candidato con altura, no se aprecia en el panorama un individuo que pueda llegar a exponer conocimientos, criterios y propuestas desde los que se le pueda dar rumbo a este país, a una entidad federativa, a un distrito y/o a un municipio.

Porque quisiera ver cuál es el guapo o la guapa que convenza de que realmente sabe lo que tiene qué hacer y, sobre todo, cómo y con qué.

Los nombres de los candidatops lo dicen todo, la caballada está flaca y, a la vez, dicen nada, porque donde no hay categoría política no existe posibilidad de debatir con bases y fundamentos, con propuestas y argumentos, con programas y proyectos factibles. A lo más que podrán llegar es a lo menos de su llegada, es decir a lo mismo de siempre, a dimes y diretes dignos de la peor ralea.

Y si nos vamos a un dizque debate entre los suspirantes a la presidencia de la República el asunto se torna peor, porque se trata de politiqueros (que no políticos, ese calificativo les queda muy grande) que lo que menos saben es hacer es política. Lo de ellos es todavía más bajo, más ruin, más deleznable, lo que está más que comprobado en sus actos de campaña, en los que no hay propuestas, en los que sólo se escuchan ataques, abundan las mentiras, sobran las promesas de esas que son incumplibles.

Debate, ¿cuál debate? Un simple reality show de vulgaridades. Así sea.