Morelia, mich., a 1 de noviembre del 2019.- Hoy, exactamente hoy, el poeta uruapense y moreliano, normalista y nicolaíta estaría celebrando el 103 aniversario de su nacimiento. Hoy, exactamente hoy que en su tierra y en toda la comunidad católica del mundo entero se celebra el Día de Todos los Santos, víspera de la Noche de Muertos y Día de los Fieles Difuntos, mas el gran mestizo y tarasco falleció hace 26 calendarios.
Por tanto, es justo precisar que el último poeta michoacano que llegó al gusto de las multitudes fue don Tomás Rico Cano, oriundo de Uruapan, moreliano de corazón, y morelista por convicción. Afable y ameno, era un imán que atraía a la gente, chicos y grandes le admiraban y lo seguían por su claridad de pensamiento, sencillez y, sobre todo, su inspirado acento.
No había rincón de Michoacán al que llegara sin ser reconocido. Hasta en los lugares más agrestes, en la planicie y la montaña, su nombre resonaba como llamada de campana: Tomás Rico Cano, le gritaban campesino y hortelano; Maestro Tomasito, exclamaba la profesora rural; ese Rico Cano, entonaba el trovador y bohemio; qué te tomas, Tomás, bromeaba el pueblerino al verlo llegar allá, hasta donde las águilas se atreven.
Hoy, don Tomás, estaría celebrando el centésimo tercero aniversario de su nacimiento, 103 años de fructífera existencia, porque nació el 1 de noviembre de 1916 en el Barrio de la Magdalena, allá en la Perla del Cupatitzio, a la que le rindió culto con voz vibrante. Pero sus afectos citadinos fueron más allá, porque amó a tres ciudades, Uruapan, Pátzcuaro y Morelia.
De suyo, el poema más hermoso escrito a la capital michoacana es de su autoría, mismo al que dio por título “Una Carta a Morelia”, octosílabos de tono intimista con los que le habla a esta capital michoacana cual novio que le declara su amor a una colegiala que lo tiene deslumbrado y por la que sus versos fluyen con río de notorias sonoridades.
Uruapense y moreliano, normalista y nicolaíta, Tomás Rico Cano fue, ante todo, MAESTRO de maestros y forjador de poetas. Lo suyo era la enseñanza de verticalidades y compromisos, de solidaridades y rebeliones, porque alzaba la voz a la mitad del foro para acicatear al alumno, discípulo y seguidor, que los tuvo por miles, y los formó a raudales, muchos de ellos han inscrito sus nombres en el onomástico de poetas michoacanos.
Poeta, sí, de los que llegan al alma, de esos que dicen lo que la gente quiere decir o escuchar, lo mismo en un momento de amor enamorado, que de pasión apasionada o arrebato arrebatado. Porque don Tomás Rico Cano sabía poner el dedo en la herida, encender la llama y la proclama, encarar al gobernante abusivo, pero también extender su mano de amistoso camarada.
El maestro, mi MAESTRO, murió el 4 de marzo de 1993, hace ya 26 años, y como suele decirse en estos casos: “parece que fue ayer”, bien lo recuerdo, porque su hermana Marina Rico Cano, para la que escribió un devoto romance, se encargó de cumplir su última voluntad, esa que dejó claramente establecida en la parte concluyente de su Romance de Amor a Uruapan:
Adiós por hoy, tierra mía,
inolvidable y amada,
el tren tiene que llevarme
lejos de tus frescas aguas,
mas he de volver muy pronto,
mucho antes que el frío a mi espalda
clave sus finos puñales
como timbuques de plata,
y entonces he de entregarte
mi vida en una canacua.
Uruapan, si no te olvido,
no olvides a quien te canta
con el son del corazón
y el retintín de sus lágrimas;
y cuando llegue la hora
en que se quiebren mis ramas,
con tu rebozo de guare
cobíjame bien la cara.