Jornada mundial de las misiones 2018: arquidiócesis de morelia

Jornada mundial de las misiones 2018: arquidiócesis de morelia
Autor: Redacción / Noventa Grados | Fecha: 21 de Octubre de 2018 a las 20:13:00

Morelia, mich., a 21 de octubre del 2018. - Teniendo de fondo el Sínodo de los Jóvenes en Roma, el Papa Francisco consideró que la Jornada Mundial de las Misiones 2018 (DOMUND) se celebrará bajo el lema: “Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos”.

El Santo Padre nos invita a ver la misión como un estilo de vida. Nos recuerda que está es una gran oportunidad para comprender mejor lo que el Señor Jesús les quiere decir a los jóvenes y a las comunidades cristianas. Deseamos, con gran celo y pasión, que en nuestra Iglesia Diocesana de Morelia, la mujer, el hombre, el anciano, el joven y el niño lleguen a experimentar «el corazón palpitante del Evangelio» (Misericordiae vultus 12), capaz de suscitar un estímulo y compromiso misionero. La vida es una misión, cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón por la que se encuentra viviendo en la tierra. Ser atraídos y ser enviados son los dos movimientos que nuestro corazón, sobre todo cuando es joven en edad, siente como fuerzas interiores del amor que prometen un futuro e impulsan hacia adelante nuestra existencia.

Nadie mejor que los jóvenes perciben cómo la vida sorprende y atrae. Vivir con alegría la propia responsabilidad ante el mundo es un gran desafío. El hecho de que estemos en este mundo sin una previa decisión nuestra, nos hace intuir que hay una iniciativa que nos precede y nos llama a la existencia. Cada uno de nosotros está llamado a reflexionar sobre esta realidad: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).

La transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia, se realiza por el “contagio” del amor, en el que la alegría y el entusiasmo expresan el descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la fe por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor. No se puede poner límites al amor: fuerte como la muerte es el amor (cf. Ct 8, 6).

Y esa expansión crea el encuentro, el testimonio, el anuncio; produce la participación en la caridad con todos los que están alejados de la fe y se muestran ante ella indiferentes, a veces opuestos y contrarios. Ambientes humanos, culturales y religiosos todavía ajenos al Evangelio de Jesús y a la presencia sacramental de la Iglesia representan las extremas periferias, “los confines de la tierra”, hacia donde sus discípulos misioneros son enviados, desde la Pascua de Jesús, con la certeza de tener siempre con ellos a su Señor (cf. Mt 28, 20; Hch 1, 8).

En esto consiste lo que llamamos missio ad gentes. La periferia más desolada de la humanidad necesitada de Cristo es la indiferencia hacia la fe o incluso el odio contra la plenitud divina de la vida. Hoy en toda la Iglesia se realiza la Colecta del DOMUND, la cual se ofrece íntegramente por las necesidades de las misiones en todo el mundo.

Los invito a todos a orar por las misiones, fomentar las vocaciones a la misión Ad gentes y colaborar generosamente para apoyar económicamente a las misiones EL DON DE LA VIDA: UN SER HUMANO DESDE EL PRINCIPIO En torno a la manifestación pública el día de ayer en distintas partes del País, y en especial en esta ciudad de Morelia, sobre la Marcha por la Vida, queremos expresar que la Iglesia, que desde los tiempos apostólicos proclama constantemente el valor de la vida humana, se esfuerza cada día con más intensidad para defenderla. Nosotros, Pastores del “Pueblo de la Vida”, damos gracias a Dios Padre por el don de la vida. En la plenitud de los tiempos nos envió a su Hijo nacido de la Virgen María, para que los hombres tengamos vida en abundancia; una «vida nueva y eterna, que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador» ( EV 1). Universalmente, todas las culturas han reconocido el valor y la dignidad de la vida humana.

El precepto de “no matarás”, que custodia el don de la vida humana, es una norma que toda cultura sana ha reconocido como principio fundamental. El derecho a la vida y el respeto a la dignidad de la persona son valores que la Declaración Universal de los Derechos Humanos propone como fundamento para la convivencia. Este reconocimiento universal encuentra su plena confirmación en la revelación del Evangelio de la vida con el misterio de Cristo. La vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable. «La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término.

Nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente» ( EV 53). Por ello todo atentado contra la vida del hombre es también un atentado contra la razón, contra la justicia y constituye una grave ofensa a Dios. El proceso embrionario es un proceso continuo en el que ya desde el principio estamos ante una vida humana. El embrión no es un mero agregado de células vivas, sino el primer estadio de la existencia de un ser humano. Desde el momento de la fecundación hay vida humana, y por tanto dignidad personal.

Es una vida humana que se va desarrollando, va experimentando cambios morfológicos importantes, pero es siempre el mismo proceso continuo que va desde el principio de la vida con la fecundación hasta la muerte. En consecuencia, « el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida» ( EV 60).

Exhortamos a que se promueva siempre la vida frente a tantas amenazas por parte de una “cultura de la muerte”, que intenta instrumentalizar los derechos del hombre contra el hombre y contra la familia. Invocamos a María, Nuestra Señora de la Salud, Madre del Amor hermoso, a ella encomendamos la causa de la vida.

Bajo su protección ponemos a las familias, a los enfermos, a los más débiles y amenazados, a la vez que invitamos a todos los cristianos, y singularmente a las familias, a elevar oraciones con frecuencia a María, Madre de la Vida, para vivir en nuestra Arquidiócesis una cultura de paz y de vida.

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