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MensajearMorelia, Michoacán, a 12 de Junio de 2019.- El tianguis es una confluencia de colores, olores y sabores de cielo, mar y tierra. Es una erupción de figuras y formas que llenan la mirada y motivan la inspiración.
Un universo que alienta una placidez que va del júbilo al regocijo en la ida y vuelta de un santiamén.
Entrar al tianguis es zambullirse a la fiesta de la creación de la naturaleza y la cocina popular, porque confluyen la frescura de los frutos y verduras con la exquisitez de la cocina nuestra. Chile, cebolla y jitomate a un costado de donde se expenden carnes de pollo, cerdo y res, así como pescado y otras suculencias de agua dulce y agua salada.
Se hacen escuchar allí el sabor del pregonero, la interrogación del comprador, la algarabía de los contertulios, la broma jocosa, la anécdota perspicaz y el albur saleroso. El tianguis es la floración de nuestro universo cultural, porque habla de nosotros como pueblo y como nación.
Los despachadores son gente amena en lo general, agradable, de trato fácil y buena actitud. La interrelación con ellos termina por abrirle resquicios a la camaradería y la estimación porque no son como cualquier mercader, ya que al recaudo y a la oferta le imprimen buenas vibras y algo más.
El tianguis es la concentración del México fértil, del mexicano alegre y soñador; es la mesa puesta de toda germinación, de toda crianza, del esfuerzo anhelante del hombre y de la mujer capaces de darle sabor a su vida, porque cada uno de sus pasos es ir en busca de mejores realidades.
Me gusta el tianguis porque habla de nuestro ser y hacer, de nuestro yo y del tú creativo y productivo. Habla del México más sano, del más vertical, del México más mexicano y mexicanista. Así sea.
